Para
empezar a hablar del Hermano Roger compartamos algunas de sus palabras. Dice
Roger de Taizé:
‘Al
abrir el Evangelio, cada uno puede decirse: estas palabras de Jesús son un poco
como una carta muy antigua que me fuera escrita en una lengua desconocida;
puesto que me está dirigida por alguien que me ama, intento comprender el
sentido de ella, y enseguida pondré en práctica en mi vida lo poco que
comprenderé de ella…’
Roger Schutz nació el 12 de
mayo de 1915 en la región de Jura (Suiza) en el seno de una familia
protestante. Su padre era Pastor. Su
abuela fue una figura clave en su vida, y así nos lo expresa él mismo:
‘Al principio de la primera guerra mundial, mi
abuela materna, viuda, vivía en el norte de Francia. Sus tres hijos estaban en
el frente. Cayeron dos bombas en su casa. A pesar de todo se quedó allí,
ofreciendo refugio a los que huían, mayores, niños, mujeres a punto de dar a
luz.
Después de la guerra le invadió el profundo deseo
de que nadie, nunca, volviera a vivir lo que ella había vivido. Decía: “Los
cristianos, separados, han luchado con armas en Europa; que al menos ellos se
reconcilien, para intentar evitar otra guerra”. Evangélica de pura cepa, empezó
a ir a la iglesia católica, llena de espíritu de reconciliación. Así, logró en
sí misma una reconciliación inmediata”.
Los dos gestos de mi abuela, por un lado acoger a
los más desfavorecidos de la época, y por otro lograr la reconciliación interior,
me han marcado durante toda mi vida.’ Fin de la cita.
Entre 1937 y 1940 Roger
realizó sus estudios de Teología protestante en Lausana y Estrasburgo. El 20 de agosto de 1940, después de la ocupación de parte de Francia por el ejército alemán, se estableció en Taizé (en la región francesa de la Borgoña).
Durante la Segunda Guerra
Mundial
se tuvo que refugiar en Suiza por un período de dos
años, ya que era de esperar que la Gestapo le detuviera por haber
escondido en su domicilio a judíos y opositores a la
ocupación alemana de Francia. Después de la liberación de Borgoña de la ocupación nazi en 1944, volvió a Taizé con tres compañeros y se ocupó allí de huérfanos de guerra, de prisioneros,
de hombres y mujeres que huían de los nazis e incluso de desertores del ejército
de Hitler.
En 1949, junto a otros seis compañeros se comprometió a la vida en celibato y pobreza, formando la Comunidad de Taizé.
‘Pienso que desde mi juventud
nunca me ha abandonado la intuición que una vida de comunidad pudiese ser el
signo que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco surgió en mí la convicción
que era esencial crear una comunidad con hombres decididos a dar toda su vida y
que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre: una comunidad donde la
bondad del corazón y la simplicidad estuviesen en el centro de todo.’ Hermano Roger (Dios
sólo puede amar)
Una de las
mayores preocupaciones del hermano Roger fue la reconciliación de los cristianos. En 1958, el cardenal Gerlier,
arzobispo de Lyon, presenta el hermaon Roger a Juan XXIII. Este encuentro marca
un antes y un después en la historia de Taizé. Fue invitado a participar en el
Concilio Vaticano II. ‘Desde este primer
encuentro estuvimos seguros de ser amados, comprendidos. Juan XXIII sigue
siendo el hombre al que quizá más haya venerado sobre la tierra. Le amé como a
un padre. Sin darse cuenta levantó para nosotros el velo de una parte del
misterio de la Iglesia. Sentía la pasión de la comunión. A través de su vida
aprendimos qué significa el ministerio de un pastor universal’, dice Roger.
Desde agosto de 1971 existe un representante permanente de la comunidad en Roma y con motivo de su visita al patriarca Atenágoras de la Iglesia ortodoxa, éste manifestó que podría confesarse con el prior de Taizé, tal era la
confianza y autenticidad, coherencia evangélica del Hermano Roger.
Hoy en día, la comunidad de Taizé está integrada por
más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos. Viven sólo de su trabajo,
trabajos de alfarería y edición de libros religiosos fundamentalmente, y no aceptan donaciones. Su profunda espiritualidad y su modelo de
vida (la oración común, las conversaciones, los momentos de reflexión,…) están basados
en vivir una reconciliación real y este hecho atrae a jóvenes de todos los
países del mundo que se acercan a lo largo de todo el año.
Aunque era
cristiano protestante, calvinista, el Hermano Roger recibió la comunión de
manos del cardenal Ratzinger durante los funerales del Papa Juan Pablo II, lo que
algunos interpretaron como una conversión al catolicismo, lo cual fue
desmentido por la propia Comunidad de Taizé. Simplemente, Roger, siendo
calvinista, reconocía la presencia real de Cristo en la Eucaristía y por eso
participaba de ella. Cada día en Taizé se consagra la Eucaristía.
El
hermano Roger murió el 16 de agosto de
2005
apuñalado por una mujer que padecía alguna enfermedad mental
durante la oración de la tarde en la iglesia de la Reconciliación de
Taizé. Su sucesor como prior de la Comunidad de Taizé es el hermano Alois.
Recibió,
entre muchos otros, el Premio de la UNESCO de Educación por la Paz, fue
nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Varsovia y de la Universidad
Católica de Lovaina, y entre sus obras
figuran libros como: Asombro de un amor,
Las fuentes de Taizé o Dios sólo puede amar.
Para
que podamos hacernos una idea de quién fue este poderoso testigo de Cristo, y
de cómo contribuyó a la construcción del Reino de Dios en la tierra, quiero
concluir volviendo de nuevo a su propia voz:
‘Es a través del corazón, en las profundidades de sí mismo, donde el ser
humano comienza a comprender el Misterio de la Fe. En lo más profundo de la condición humana descansa la espera
de una presencia, el silencioso deseo de una comunión. Nunca lo olvidemos, ese
simple deseo de Dios es ya el comienzo de la fe.
Cada uno
puede decirse: en esta comunión única que es la Iglesia, lo que no comprendo de
la fe, otros lo comprenden y viven de ello. No me apoyo únicamente en mi fe,
sino en la fe de los cristianos de todos los tiempos, la fe de aquellos que nos
han precedido, desde la Virgen María y los apóstoles hasta los de hoy en día. Y
día tras día me dispongo interiormente a poner mi confianza en el Misterio de
la Fe.
Y es así
como la fe, la confianza en Dios, se muestra como una realidad muy sencilla,
tan sencilla que todos podrían acogerla. La fe es como un impulso vuelto a
tomar mil veces a lo largo de la existencia y hasta el último soplo.’